2. Leonardo Da Vinci
Es el arquetipo por excelencia del hombre
integral del Renacimiento.
Considerado como el genio más completo de todos los
tiempos, su obra abarca no sólo el campo de las artes,
sino también el de las ciencias
físicas y naturales y el de la filosofía. Leonardo
fue un personaje del futuro. Hace casi cinco siglos que
murió, pero estuvo más despierto que la
mayoría de los hombres y mujeres que hoy están a
punto de cruzar la frontera del tercer milenio.
Científico y artista, supo combinar como nadie la
razón con la intuición y la seriedad más
rigurosa con el espíritu lúdico. Su figura no cabe
en ningún molde ni admite etiquetas, porque con la misma
pasión y maestría fue pintor, escritor, cocinero,
ingeniero, biólogo, creador de acertijos y juegos de
palabras, escultor, inventor, artesano, humorista,
botánico, filósofo, arquitecto, físico… e
investigador de los secretos últimos de la realidad. En
él, los opuestos se integran y las paradojas se
reconcilian. Leonardo da Vinci fue un hombre que
despertó cuando todos los demás seguían
durmiendo, como escribió Dimitri Merejovski.
Aunque no muy conocida, existe en él una dimensión
esotérica que emana de su figura e impregna toda su vida y
su obra. El
conocimiento que Leonardo tenía sobre lo oculto se
trasluce en su pintura y,
sobre todo, en sus abundantes escritos, plagados de pensamientos
y observaciones que revelan su profundo saber sobre los enigmas
de la existencia. Todo su monumental corpus de trabajo
está teñido por este contacto con lo que
está más allá de los niveles ordinarios de
percepción.
Leonardo nació en Vinci, población cercana a Florencia el 15 de
abril de 1452. Hombre singular, genio indiscutible, personaje del
Renacimiento
Italiano, escultor, ingeniero, inventor, dibujante y pintor.
Fue hijo ilegítimo, pero hasta los 24 años,
único del notario ser Piero y de una campesina muy joven
Caterina (su padre tuvo luego otros once hijos en terceras y
cuartas nupcias). Por ese motivo así como por las
costumbres de la burguesía toscana de la época, el
joven Leonardo recibió una educación buena y
heterogénea en el seno de la familia
paterna. Pudo dedicarse sin trabas en los más distintos
campos: en rudimentos literarios, pero sobre todo en la música y en las artes
figurativas. Esto hizo que a los quince años su padre lo
colocara en el taller de Andrea de Verrocchio, cuyas
enseñanzas compartió con Sandro Botiticelli y a los
veinte pudiese inscribirse en la corporación de San Lucas.
Estas breves noticias ya nos dan una idea y perfilan algunos de
los trazos esenciales de la elevada y compleja talla universal de
Leonardo y de su posición respecto a la
civilización del Renacimiento de aquel entonces en uno de
los centros clave: la Toscana florentina y de los
Médicis.
Su vida artística se puede dividir en cuatro
períodos: florentino (1452-82), milanés (1489-99),
período de vida errante (1500-16) y el último que
abarca tres años, el de su exilio voluntario en Francia, en la
corte de Francisco I.
De su estancia en la corporación de San Lucas se tienen
pocas noticias, pero "La Anunciación" (Ufizi) para San
Bartolomé de Monteoliveto, donde la fusión de
la luz y la sombra
anuncia el "sfumato" leonardesco, tan encontrados en su obra
pictórica más representativa.
Como pintor, Leonardo sobresale por ser:
- Un maestro del claroscuro, capaz de modelar con
sutileza cualquier forma gracias a los juegos de
luz y
sombra. - Un especialista de la composición
"clásica": logra simetría, triángulo y
solidez sin cansar. - Un refinado colorista, escoge cuidadosamente los
colores en
gamas y matices que contribuyen a la creación de una
atmósfera que da unidad al
cuadro. - Un perfecto dibujante: no se le escapa ningun detalle
y el escorzo de la mano de la Virgen de las Rocas es
digno de Mantegna. - Un cuidadoso analista de las expresiones del rostro,
en particular un maravilloso intérprete de la dulzura
femenina. - El creador de la misteriosa sonrisa de la Gioconda:
este aspecto es parte de lo anterior. La sonrisa de la mujer
nace en la comisura de sus labios y se encuentra en la
mayoría de sus rostros femeninos, hasta inclusive en su
San Juan.
En 1481 los monjes de San Donato de Scopeto, cerca de
Florencia, le encargan la "Adoración de los Reyes Magos" y
un "San Jerónimo" (1482 Pinacoteca Vaticana), en el que en
un ambiente
claroscuro asocia la figura al ambiente de la
caverna, anticipo del de la "Virgen de las Rocas". En este
período la mentalidad de Leonardo se desarrolla en
contacto con la cultura
humanística florentina.
Mientras se dedicaba a otros trabajos que
emprendía, como fueron: hidráulica, ingeniería y escultura, pintó dos
grandes obras: la "Virgen de las Rocas" (1483-93, Louvre), lo
suave ambiguo de los tipos y la fusión
pictórica entre la figura y el ambiente hacen de ellas una
muestra de la
poesía
figurativa de Leonardo. La segunda gran obra de su período
milanés es la "Santa Cena" o "Ultima Cena" como
también suele llamarse (1499, refectorio de Santa
María delle Grazie), en la que abandona el esquema
geométrico, supliéndolo por un nuevo ritmo, en una
perspectiva arquitectónica casi maciza.
Permaneció en Milán hasta 1500, después se
trasladó primero a Mantua, donde retrató a "Isabel
de Este" (Louvre), más tarde a Venecia y finalmente
volvió a Florencia. En la capital
toscana, también dedicado a su búsqueda
científica, inicia una nueva era y pinta dos obras
capitales, "Santa Ana" (1501, Londres Royal Academy) y "La
Gioconda" (1503, Louvre), acaso retrato de Mona Lisa, es el
único de los realizados por LEONARDO cuya paternidad no ha
sido discutida. Siempre fue considerada como la cima del arte del retrato
de todos los tiempos. En ella alcanza perfección
extraordinaria el "sfumato", del que ya anteriormente hemos
hablado. No solo ha sido copiada infinidad de veces, sino
además objeto de deformaciones y manipulaciones.
Por su universalismo y naturalismo, Leonardo transforma el orden
gótico. A la perspectiva lineal añade la
perspectiva atmosférica. En sus escritos elaboró
teorías
científicas de la perspectiva, de la anatomía, del
color y de las
sombras.
La obra científica de Leonardo, en especial sus originales
contribuciones a la mecánica de los sólidos y de los
fluidos, sus invenciones, quedó casi desconocida de sus
contemporáneos.
A Leonardo no le interesaba la gloria, ni las riquezas, ni el
reconocimiento de sus contemporáneos. Dos años
antes de morir, se instaló en el castillo de Cloux, cerca
de Amboise, en el valle del Loira. Ocupó su tiempo en poner
en orden sus manuscritos, en dibujar visiones cósmicas y
en recrear amorosamente, pincelada a pincelada, su cuadro
más amado: el retrato de la dama misteriosa que conocemos
como La Gioconda. Junto con la inquietante figura de
San Juan, fueron los dos únicos cuadros que
conservó a su lado hasta el último momento.
En su testamento dejó una pequeña viña, un
vestido, algunos ducados para sus sirvientes, y sus manuscritos,
que legó a su fiel Menzi. Vivió como un
"infiltrado" en la sociedad de su
época, pero su cordura y su sentido común le
ayudaron a sobrevivir sin crearse demasiados problemas.
Tenía que ganarse la vida y fue cuidadoso con sus
protectores.
Hasta cierto punto la iglesia fue su
primer cliente, pero no
resistió la tentación de cuajar sus pinturas
religiosas de simbolismos heréticos. Murió en
soledad y trabajando. Para muchos, su legado es el patrimonio
artístico de valor
incalculable que dejaba para la Humanidad. Para algunos pocos, su
verdadero legado va más allá. Lo más
importante de su herencia puede
que haya estado
protegido por un sistema de
apertura retardada, que ahora mismo está a punto de
activarse y desvelarnos su contenido. Justo en estos momentos de
cambio global
y de profunda transformación, es cuando se hace necesario
ampliar las fronteras mentales para internarnos en otras
dimensiones de la realidad. Algo en lo que Leonardo, sin duda,
también fue un maestro.
A continuación nombraré y
describiré características del artista que se
relacionan directamente con su obra.
Leonardo fue un maestro en combinar la mirada del niño con
la experiencia del adulto. Una de las claves de su genialidad
reside en su forma de percibir la realidad, directamente
relacionada con la activación de sus capacidades
cerebrales. Ya se ha convertido en un tópico la
afirmación de que los seres humanos sólo utilizan
menos de un diez por ciento de su poder mental.
Leonardo es un ejemplo de lo que puede conseguir una persona cuando se
activa en ella parte de ese potencial dormido.
Su habilidad para integrar el pensamiento
racional (que separa para comprender) con el pensamiento
analógico (que une y relaciona cosas aparentemente
diferentes) fue tan magistral que excede, con mucho, el marco
histórico y cultural en el que vivió. Su luz
interna se proyecta hasta nuestros días, iluminando el
camino de aquellos que comienzan a desarrollar sus
potencialidades latentes. De hecho, es ahora cuando comienzan a
revelarse las facetas ocultas de Leonardo, quizá porque
hasta ahora el mundo no estaba preparado para comprenderlas.
Leonardo fue precursor de Bacon y de Galileo;
antes de Copérnico escribió que "il
sole no si mouve"; anticipó la teoría
de la gravedad doscientos años antes de que se formulara y
descubrió también lo que Newton
llamaría más tarde "el espectro solar". Pero en
este caso, como en tantos otros, Leonardo no especula ni se
pierde en divagaciones teóricas; simplemente aplica lo que
descubre, y así plasma en los reflejos de una gota de
agua los
efectos de la descomposición de la luz por
refracción en un prisma. No es de extrañar que la
contemplación de sus obras subyugue e inspire de un modo
tan intenso.
El pensamiento de Da Vinci revela también que su conciencia dio un
salto cuántico. "La pittura è una cosa
mentale" anotó. Esta cita resuena en la misma
frecuencia que la afirmación de Eddington acerca
de que la materia del
Universo es
materia
mental. Ciertamente, como explica la nueva física, el Universo
comienza a parecerse más a un gran pensamiento que a otra
cosa. Para Leonardo, los límites de
la realidad los pone uno mismo. Las fronteras no están
fuera, sino dentro de la propia mente, y por eso afirma que
"todos nuestros conocimientos tienen su origen en nuestras
percepciones".
Da Vinci trabajó activamente sobre
su propia persona. Su
primer campo de experimentación fue él mismo, su
cuerpo y su mente. Y en sus manuscritos nos dejó información más que suficiente para
saber cómo lo hacía. Veamos algunas de las técnicas
personales que empleaba:
Equilibrio de
los dos hemisferios cerebrales. El de la conciencia
está ligado con los procesos
bioquímicos del cerebro. Nuestro
mundo está organizado de manera que el hemisferio
izquierdo (lineal, ordenado, analítico, objetivo,
lógico) tiene más actividad que el derecho
(espacial, aleatorio, intuitivo, sensual y creativo).
Una de las formas en que ambos tipos de ondas cerebrales
pueden armonizarse es utilizando las dos manos y practicando la
acción opuesta a la que se está acostumbrado. Es
bien sabido que Leonardo utilizaba la escritura
especular, que sólo puede leerse con la ayuda de un
espejo. Siempre se ha dicho que lo hacía para ocultar el
contenido de sus notas. Una explicación tanto más
absurda cuanto que se sabe que Da Vinci preparaba sus cuadernos
para que fueran publicados, y además muchos de ellos
están escritos dirigiéndose de forma personalizada
al lector. Resulta mucho más coherente con la
personalidad de Leonardo pensar que su escritura
especular era una de sus técnicas
personales.
Visualización y trabajo con imágenes
interiores. Leonardo afirma "mirar en su memoria" y
recomienda practicarlo cuando se está tendido en la
cama"Volver con la imaginación a lo que me interesa es
un notable ejercicio", dice. Detallista y minucioso en sus
descripciones, matiza que para él hay dos formas de
trabajar con la imaginación conscientemente dirigida:
"recrear internamente las cosas que ya han pasado, o imaginar
las cosas que pasarán".
Maquiavelo:
El renacimiento es una etapa histórica que,
cuando menos, merece el calificativo de sorprendente. Hay quienes
opinan que su esplendor es solamente el de los temas de la
Edad Media
desarrollados en otro tono; otros piensan que es un simple
regreso a lo antiguo, con un poco de pedantería y sin
originalidad; algunos más creen que, en efecto, es una
vuelta a nacer, una eclosión de la luz y una
irrupción de oxígeno
al interior de un ámbito cultural agotado. Ernest Bloch
afirma que se trata: del nacimiento de algo que el hombre no
había concebido hasta entonces, de la aparición de
figuras que jamás se habían visto en la tierra.
Ellas surgieron y realizaron su obra; era una primavera, un nuevo
comienzo
Y cita, como traductora del sentimiento del tiempo, una frase
del arquitecto Alberti:" El hombre fue
creado para actuar, la utilidad es su
destino". Añade otra expresión –de Hutten– para
completar el cuadro: " La ciencia
prospera, los espíritus chocan, vivir es un placer."
Bloch nos dice que la consigna de la época es trabajar,
porque el hombre nuevo ya no siente vergüenza de
hacerlo:
El veto que la nobleza emitió contra el trabajo
–por considerarlo degradante y deshonroso– fue levantado; se
asiste al nacimiento del homo faber, quien sin conciencia plena
del cambio
ocurrido, transforma al mundo con su actividad.
A los ojos –marxistas y heterodoxos– de Bloch, el
fenómeno "renacimiento" hunde sus raíces en la
economía
de la época. Sin caer en el determinismo económico,
es preciso reconocer los nuevos hechos en este ámbito de
la vida humana. Es el inicio del capitalismo:
La burguesía citadina, aliada a la realeza, que se
encamina hacia el absolutismo,
pone fin al feudalismo
caballeresco. Triunfan los esfuerzos que, en Italia, durante
los siglos XIII y XIV, se tradujeron en revueltas de artesanos…
los Médici crean en Florencia el primer banco. Las
empresas
manufactureras se imponen sobre las artesanales; se comienza a
calcular costos, puesto
que ya no sólo se trata de aprovisionar el mercado local,
sino de expedir productos a
puntos lejanos… el Renacimiento
parte de Italia. Ella
aporta dos hechos nuevos: la conciencia del individuo que se
desarrolla a partir de la economía capitalista
individual, frente al mercado cerrado
de las corporaciones; la impresión de inmensidad que
sustituye a la imagen del mundo
artificial y cerrado de la sociedad feudal y
teológica.
Es el tiempo de Leonardo de Vinci, el de la multifacética
musa; de Cristóbal Colón y Magallanes. Es la
victoria de Copérnico y de su mirada sobre la naturaleza.
Cimabue, Giotto, Dante, Petrarca, Rafael, Miguel Angel,
Bruneleschi, Jan Van Eyck, Bramante, Giordano Bruno y Galileo,
Telesio, Pomponazzi, Campanella, Paracelso, Jacob Boehme, Francis
Bacon, Kepler, Newton,
Grocio, Bodino y Hobbes.
La conquista del mundo, de la naturaleza,
realiza rápidos progresos, la vida presente apasiona a los
hombres. ( Ortega y Gasset, al hablar de la reconquista
española contra los moros y describir los templos
almenados que edificaban los hombres de Fernando e Isabel,
comenta: " querían ganar el cielo sin perder la Tierra"), el
más allá palidece y esto ocasiona una inversión de valores. Bloch
concluye:
La filosofía del Renacimiento ha servido, con
frecuencia, como simple introducción al capítulo principal (
de la filosofía burguesa) consagrado a Descartes,
cuyo cogito ergo sum era presentado como la primera piedra de una
filosofía nueva. Esta manera de ver las cosas es, empero,
completamente falsa. Descartes tuvo
predecesores que fueron mucha más que predecesores.
Maquiavelo es un
hombre de esta época. Si su vida, sus obras y los debates
en torno a su obra
no plantearan el problema del fin y los medios, es
decir, el problema de las relaciones entre política y moral o
ética,
tal vez el estudio de este hombre no merecería un esfuerzo
mayor al de una hora de lectura
curiosa y poco o muy apasionada. Pero lo primero que hay que
decir, y de lo que " hay que persuadir a lo no-italianos", es que
se trata de problemas
mucho más complicados de lo que siempre se ha pensado al
plantearlos.
Las frases célebres a las que la ignorancia
disfrazada de erudición reduce el pensamiento de Maquiavelo no son
las reglas de la política eterna. Es
necesario percatarse de que no sería posible explicar a
Maquiavelo si se abstrae o separa su vida de sus obras. Y la vida
de este hombre es una de las más gravemente deterioradas
por los biógrafos que
suelen operar como si fuesen "cirujanos plásticos"
y no historiadores. Casi resulta paradógico, pues se trata
de un hombre que enseñaba a preferir "la verdad de hecho
de las cosas".
De su vida se han hecho condenas o defensas y se ha caído
en el error de confundir los problemas de Maquiavelo con los que
Maquiavelo plantea a quien lo lee.
Además, en este caso como en otros análogos, es
preciso referirse a lo que el mismo dijo, antes de juzgarlo.
Haremos continuas citas. Lo cierto, para comenzar, es que, pese
al juicio final que estimamos acerca de su obra, se trata de un
personaje extraordinario, Cuyo pensamiento es piedra de
escándalo a cuatro siglos de distancia… un hombre
honrado por Bacon y Spinoza; un hombre al que Voltaire hizo
refutar por Federico II; un hombre al que Kámenev y
Vichynsky citaron ante la barra de los procesos en
Moscú …
¿ A qué se debe esa permanencia, ese punto
de referencia constante, ese recurrir cíclico a Maquiavelo
? Tal vez el fenómeno tenga su origen en la actualidad
perenne del problema del Estado, del
poder, del
vínculo entre gobernantes y gobernados, o de la
enunciación totalitaria –de derecha o de izquierda– de
la famosa "razón de Estado" que sirve para justificar los
excesos de cualquier poder exacerbado contra las personas.
¿ Qué es esta razón de Estado?
Un concepto
híbrido en el que se mezcla todo lo que Maquiavelo
reveló acerca de la autonomía de la política
y de los estímulos que actúan sobre el
príncipe y sobre el Estado,
más la herencia
racionalista del despotismo ilustrado… La razón para
Maquiavelo, no es más que instrumento, rigor en la
acción, previsión, olfato político,
intelección de situaciones, astucia y no luz… es la que
afila a la fuerza; es
instrumento no guía.
Es Maquiavelo quien repite que, si los hombres fueran buenos,
el
príncipe sería recto también. Entonces
es preciso plantearse una pregunta o, mejor dicho, dar cabida a
una sospecha. No sabemos si Maquiavelo postula con pena la
necesidad de la astucia y de la crueldad calculada, o si, por el
contrario, goza en modo malsano al descubrir que la astucia y la
violencia se
vuelven necesidad y, por tanto, están permitidas y abren
campo a ese combate perpetuo que Maquiavelo parece amar como el
clima en que
su propia virtú puede expresarse y mejorarse.
En cualquier caso, como veremos, no es fácil comprender, y
mucho menos juzgar, a Maquiavelo. Menos aún refutarlo
–dice Georges Mounin–, aunque esta tarea es algo que todo el
mundo ha soñado hacer, lo que todo el mundo desea y, sin
lugar a dudas, lo que es necesario hacer.
Maquiavelo, como todos nosotros, estaba hecho –si se nos permite
emplear el término bíblico– de tierra. Pero,
en realidad, como cada uno de nosotros, estaba hecho de su
tierra, aquella en la que nació, en la que se han ido
perdiendo a lo largo de los siglos los restos de los suyos.
Nicolás Maquiavelo fue un florentino y, por tanto, un
italiano y un europeo. Veamos más de cerca, pues, la tierra de
que estaba hecho este hombre, nacido en Florencia el 3 de Mayo de
1469, hijo de Bernardo y Bartolomea, hermano menor de Primavera y
Margarita.
Para entonces, Erasmo tenia dos años y Leonardo de Vinci
17. Nicolás pasa su adolescencia
como testigo de acontecimientos notables. Ejemplo: el complot de
los Pazzi contra el nieto de Cosme de Médicis, el fracaso
de la conjura; la detención de los culpables y su tortura;
el cadáver de Jacobo Passi, arrastrado por Florencia atado
a la cuerda de la que fue colgado por los pies, del balcón
del Palacio Viejo, y luego arrojado al río Arno.
Europa, entonces,
tiene nombres sonoros: España,
Francia,
Inglaterra y
Alemania. Los
españoles están en la fase definitiva de su lucha
contra os moros, que culmina en Granada en 1492. la
inquisición nace en 1481. Los Ingleses celebran el fin de
la guerra " de
las dos Rosas" y el
inicio de la dinastía Tudor, de la que formará
parte Enrique VIII. Los franceses están unidos bajo Luis
XI y se preparan para sus luego largas guerras en
Italia contra los españoles, quienes los derrotan
definitivamente en Pavía en 1525, fecha en que Carlos V ya
es Emperador de Alemania y sus
soldados instalan establos en los templos de Roma. Los
alemanes –bajo el Sacro Imperio Romano
Germánico– son como los italianos pero sin Papa, es
decir, están divididos en pequeños Estados y los
gobierna un emperador sin poder real. Lutero comienza su lucha en
1517, cuando Maquiavelo tiene 48 años.
A las puertas de esta Europa, los
otomanos, de quienes Maquiavelo sabrá poco. Sin embargo,
en el conjunto político mundial ocupan lugar importante y
se les teme, se comercia con ellos y no faltan voces que hasta
pidan una cruzada. Tienen buen ejército y poderosa marina,
bien implantados respectivamente en Belgrado (Yugoeslavia) y
Rodhas (Grecia), son
los dueños de Alejandría.
En cuanto a Italia, hacia 1490 no es más que una
constelación de pequeños Estados que se constituyen
y se disuelven constantemente. Un recuerdo de la época lo
constituyen hoy día la República de San Marino y el
Principado de Mónaco. pero lo mismo, o algo semejante,
eran entonces Boloña, Forli, Inola, Urbino, Mantua, Parma,
Perugia, Siena, Génova, Nápoles y Milán. En
términos generales, quedan cada vez menos comunas
medievales, verdaderas repúblicas.
Es la época de los condottieri, militares por
vocación y emprendedores de guerras a
destajo, quienes fácilmente mueven a sus tropas contra sus
propios pagadores y financieros con el objeto de apoderarse de
uno que otro Estado para su provecho personal, aunque
fueran ya dueños de otro. Sicilia y Cerdeña
pertenecían a España
desde 1282. El ducado cuya capital era
Turín jamás se sintió italiano. Maquiavelo
escribe de este mundo atomizado:
La Iglesia nunca
fue lo bastante poderosa como para apoderarse de toda Italia,
pero si lo suficiente
como para impedir a otro ocuparla. Por eso este país no ha
podido unificarse nunca bajo un jefe.
Hay cinco estados mayores, astros de superior magnitud: Venecia,
Nápoles, Milán, Roma y
Florencia
Venecia es todavía una "gran potencia". Su
"dogo" (dux) inamovible y su Gran Consejo le dan forma de
aristocracia añeja. Mounin hace notar que a ese Consejo
sólo tienen acceso los representantes de familias que ya
eran ricas en 1297. Venecia es dueña de buena parte de los
puertos del Adriático ubicados en la costa dálmata,
pero comienza a sentir los contragolpes de la llegada de los
turcos a Constantinopla y, más tarde, los de las nuevas
rutas al Asia y al Nuevo
Mundo. República marina agresiva, siempre ávida de
puertos, Venecia es temida, "es decir, odiada, por todos en
Italia".
En cuanto a Milán, es propiedad de
los Sforza, vencedores de los Visconti. Allí reina
Ludovico el Moro, quien anima a los franceses contra los
españoles. Es un Estado potente y combativo, más
rico económicamente que Florencia.
En cuanto a Roma, capital de los Estados Pontificios,
debe recordarse que se encuentra bajo el Papa Alejandro VI
(Borgia) y que sus territorios van desde el Po hasta Gaeta. Se
trata de un Estado feudal de naturaleza confusa, dentro del cual
de hecho, "los miembros de las familias nobles tienen tanto poder
como son capaces de imponer por la fuerza. Es una
de las épocas más tristes de la Iglesia
católica pues, como los recursos materiales del
papado se ven reducidos en toda Europa, y, al mismo tiempo, las
ambiciones económicas no tienen freno, se venden cada vez
más todas las dignidades pontificias, los cardenalatos
–hasta en 100 mil ducados, y más– y luego las
indulgencias. Alejandro VI llegará a hacer envenenar con
cierta regularidad a uno u otro cardenal cada vez que necesita
100 mil ducados, lo que aprovecha también para confiscar,
la noche misma del deceso, toda la herencia en dinero y
bienes que
encuentra en Roma.
El negocio es próspero y permite mantener
ejércitos que dan al Papa gran peso diplomático y
autoridad para
dirimir en su provecho, como árbitro, muchas querellas
italianas.
Nápoles, muerta ya la reina Juana, es un reino ocupado por
españoles. Impera una dinastía de origen bastardo,
encabezada por Fernando I ( Ferrante, hijo natural de Alfonso el
Magnánimo), un monstruo de crueldad en un siglo en que la
marca es
difícil de batir.
Administrador
capaz, Fernando encarna al último Estado puramente feudal
de Italia y al mayor peso militar en la balanza italiana, al
menos en los que toca a asuntos no marítimos.
Nos queda por ver Florencia, donde todas las antigua
estructuras
comunales son respetadas, pero donde la República –como
en su tiempo decía Julio Cesar no era ya sino una palabra.
Todas las viejas formas estaban amañadas y arregladas para
asegurar la dominación de los Médicis, vieja
familia que,
gracias a su dinero,
obtiene el poder con Cosme el Viejo, a quien suceden Pedro el
Gotoso y Lorenzo el Magnífico. Este último fallece
en 1492, después de esforzarse, a punta de florines, por
mantener el equilibrio
entre los estados Italianos. Todo se arruinará por obra y
gracia de las tropas francesas.
Florencia expulsa luego a Pedro II de Médicis, a quien
considera culpable de haber defendido con demasiada suavidad los
intereses de la ciudad ante el Rey Carlos VIII de Francia.
Entonces se restablece la república, con una constitución reconocida por Jerónimo
Savonarola: aquella sobrevivirá al patíbulo del
monje y regirá a la ciudad hasta la caída de
Maquiavelo en 1512.
A partir del siglo XIII, en principio, Florencia es una
república. En la práctica, todas sus instituciones
funcionan en beneficio de los ricos, a pesar de las luchas de los
pobres. Ya desde la Edad Media,
Florencia conoce algo del "capitalismo".
La ciudad-Estado juega un papel
importante en la elaboración y la exportación de seda y de lana y, sobre
todo, se vuelve un centro bancario. Apoyados por una red extraordinariamente
densa de filiales, los bancos
florentinos controlan una gran parte del comercio
mundial y, por sus préstamos a diversos soberanos, tienen
una importante fuerza política.
Teocrito:
Es considerado el poeta griego fundador del genero
bucólico, que inspiró a numerosos autores latinos y
conoció un enorme auge durante el renacimiento
europeo.
Escribió breves obras dramáticas llamadas mimos,
que reflejaban la vida campesina y urbana, y poemas
divertidos sobre situaciones corrientes llamados epigramas.
También realizo poemas
épicos cortos. Pero sin duda, lo que mas lo hizo famoso
fueron sus IDILIOS, escenas de conversaciones entre campesinos y
pastores en los que apaciblemente comparten sus experiencias
cotidianas. Uno de sus IDILIOS más conocidos se titula Las
Siracusanas, una charla entre mujeres que viven con sus esposos
en Alejandría y han estado participando en las fiestas de
la ciudad. Por sus sencillez contrasta con las obras grandiosas
que hacen alabanza a las transcendentales hazañas de
Alejandro
Magno y sus huestes.
Otro rasgo fundamental de Teócrito son las alusiones que
hacen los personajes comunes a seres míticos, como si
convivieran con ellos. Los dioses, los héroes, comen y se
involucran en las conversaciones de los pastores, de los
cabreros, de las siracusanas.
Teócrito de Siracusa ( C. 310 a.C – 250 a.C ).
Nació en la ciudad del mismo nombre, colonia
helénica de la Magna Grecia al sur
de Italia, en Sicilia. Vivió en Alejandría pero se
cree que quizás pudo vivir en Rhodas.
Los escasos datos conocidos
en torno a su vida
parecen indicar que hacia el 275 abandonó su tierra natal,
escenario de muchos de sus poemas, para establecerse mas tarde en
la Isla de Cos.
Escribió poesías
cortesanas para Hierón II de Siracusa.
En la isla de Cos conoció a los poetas: Filetas, Nicias y
Ascrepiades y en Alejandría, donde tuvo estrecha amistad con
Calímaco fue poeta laureado en la corte de Tolomeo II.
La más alta expresión de la lírica pastoril
fue, indiscutiblemente, Teócrito de Siracusa. Con el se
inicia la poesía
bucólica o pastoril. Sus obras mas importantes son los
IDILIOS.
Su prestigio, de cualquier forma fue muy grande en todo el orbe
helénico y sirvió de inspiración para muchos
poetas y escritores de tiempos posteriores.
No hay hecho ciertos en cuanto a su vida, solo lo que se puede
recoger a partir de sus propios IDILIOS.
Virgilio que se inspiró en él para sus
égoglas, llamó en homenaje a sus memorias
<<musas sicilianas>> a las protectoras de la
poesía bucólica.
Teócrito de Siracusa, murió en año 250 a.C,
posiblemente en Cos.
La más alta expresión de la lírica pastoril
fue, indiscutiblemente, Teócrito de Siracusa. Nació
en el siglo III A.C. Con él se inicia la poesía
bucólica o pastoríl.
Su obra mas importante son los IDILIOS, cuadritos de la vida
campestre, muchos de ellos dialogados, trazados con gran
delicadeza y sencillez.
Sus pastores son lindas estilizaciones de la realidad, pero sin
la sabiduría de los de su imitador latino Virgilio. Es un
género
artificial que tubo gran difusión en el mundo posterior.
En España fue utilizado por Gracilazo de la Vega.
Con este género
poético, Teócrito de Siracusa, introduce la
sencillez e inocente vida de los pastores, hermoseada por el
canto y el amor. A
través de esta modalidad el poeta siracusano rendía
pleitesía a una "inclinación" de su época,
que en la hipercultura de las grandes ciudades sentía la
nostalagia del privitevismo y sencillez de la naturaleza: rasgo
que se encuentra también , expresión en la
filosofía del cinismo, renegadora de la
civilización.
Se conservan de el abundantes epigramas y hasta treinta
IDILIOS o cuadros poéticos muy variados: bucólicos
propiamente dichos, mimos, relatos épicos, canciones
amorosas, etc.
El ha expresado en sus poesías
pastoriles ese sueño de una vida feliz en medio de una
naturaleza risueña que obsesiona a las almas muy
civilizadas; su poesía posee un bello realismo y ha
guardado la misma lozanía a través de los tiempos.
Relata con precisión breve, jugosa y original el aspecto
de las cosas (Thalasias; se eleva a veces a las cumbres
más altas de la poesía mítica (Dafnis) y
otra sabe pintarnos con un realismo
sobrio e ingenuo las costumbres de los pastores sicilianos.
Sobresale en el dialogo familiar
de sus personajes (el mimo de las Siracusanas). Describe con
veracidad palpitante los ardores del antiguo amor, sensual
y fatal (La Maga, El Cíclope). Escritor lleno de
fantasía imaginativa y poseedor de una sabia
tradición métrica y lingüística,
Teócrito de Siracusa fue uno de los más altos
representantes del período alejandrino.
Sus principales obras fueron: Los epigramas, IDILIOS, El
niño del Oráculo, La siracunasa, Serenata, Dafni,
La Caridad, Poema "Megara", Himno a los Dioscuros, Las Talasias,
entre otros.
Dafni: Es un poema mítico pastoril siciliano es una
invención de la canción bucólica. El
protagonista (Dafni) hijo de Remete y una ninfa, aprendió
de su padre a jugar el Zampone.
Dafni de físico hermoso y divino, fue amado tanto por
seres humanos como los dioses. Es considerado la versión
más antigua de la leyenda triste.
Danfi cegó su vida al ser traicionado por una ninfa,
lanzándose a un acantilado, pues su amor no era
recompensado por su amante.
En el Idilio VII, llamado Thalisia donde describe un
festival de la cosecha en la isla de Cos. En este poema
Teócrito habla en primera persona e introduce amigos y a
rivales contemporáneos en un modo rustico.
Morris:
El espíritu renacentista, amante de la belleza, de la
exaltación de los valores
humanos, se materializó de una forma especialmente
brillante es el campo de las artes.
Las nuevas técnicas y concepciones estéticas acerca
del mundo y la sociedad iniciaron su desarrollo en
Italia, pero pronto se difundieron por toda Europa dando lugar a
una serie de corrientes artísticas bien diferenciadas.
El movimiento
literario renacentista fue iniciado ya en el siglo XIV por Dante
Alighieri, Petrarca y Boccaccio, que significaron el uso de
lengua vulgar
en sus famosísimas obras: "La divina comedia",
"Cancionero", "El Decamerón" respectivamente, pero fue en
el transcurso de las dos centurias siguientes cuando
alcanzó su momento más característico con Baltazar Castiglione,
Ludovico Ariosto, y Torquato Tasso.
La literatura
renacentista estuvo representada en España por Fernando de
Roja presunto autor de "La Celestina", Garcilaso de la Vega
(Introductor de las modas Italianas), Santa María de
Jesús y la novela
"Lázaro de Tormes"; y en Francia por Rabelais y
Ronsard.
Renacimiento Español
Conocemos con este nombre la época del apogeo imperial y
artístico de España, que va desde el siglo XV
concretamente desde 1492 con los reyes católicos, el fin
de la reconquista y el descubrimiento de
América, hasta la muerte de
Felipe II (1598) en lo político, y la de Calderón
(1681) en lo literario. Este período español es
también uno de los más prodigiosos de la historia de Occidente. Se le
denomina tradicionalmente Siglo de Oro.
Se plantea un problema histórico en torno a la existencia
de un Renacimiento Español.
Los españoles Menéndez Pidal (la idea imperial de
Carlos V), Américo Castro y Federico Deonis, entre otros,
han demostrado suficientemente la realidad de un Renacimiento en
la península, con las características
italianizantes (Boscán, Garcilaso) y humanísticas
(Fray Luis Deleón) del europeo, pero también con
las peculiaridades que imprime España a toda
manifestación cultural y humana (novela picaresca
y poesía mística, sublimadas a la síntesis
Cervantes).
En efecto, cabe señalar dos etapas en el
Renacimiento Español:
PRIMERA: La típicamente europea, al modo italiano, que
floreció durante el reinado de Carlos I (1517-1556), donde
se destacó la poesía petrarquista de Garcilaso,
la novela
pastoril, la corriente Ersmista y la novela
"Lázaro de Tormes" que da lugar a las posteriores novelas
picarescas.
SEGUNDA: La auténticamente nacional asimilada, que
coincidió con el reinado de Felipe II (1556-1598) y cuyos
sazonados frutos fueron de Fray Luis Deleón y Fernando De
Herrera, las creaciones de los místicos y ciertos nombres
mayores de la picaresca, como Mateo Alemán y el genial
Cervantes.
La poesía petrarquista, primer signo de la llegada de las
corrientes renacentistas a España fue la aspiración
de la lírica de influjo italiano. La zona
mediterránea española fue, normalmente, el
trampolín de acceso de las formas de civilización
italiana hacia el corazón de
Castilla. Sabido es que todo nació en 1526 del encuentro
en Granada del barcelonés Juan Boscán
(¿1492?-1542) con el Embajador veneciano Andrea Navagiero,
durante la luna de miel del Emperador y su prima Doña
Isabel de Portugal. Aquel ambiente de bodas reales,
principió al placer de la poesía, despertó
en Boscán el deseo de adaptar a la lengua
castellana el endecasílabo, toscano, lo que llevó a
cabo inmediatamente en sus múltiples sonetos y en sus
poemas Hero y Leandro Octava Rima, pero acaso el mayor esfuerzo
por italianizar las lenguas españolas lo haya hecho
Boscán.
Por un destino muy singular, la carta
prólogo de El Cortesano (1534), dirigida a doña
Gerónima Palova d´Almogáver, se debe a
Garcilaso de la Vega (150-1536), gran amigo de Boscán y
modelos de
caballeros de la corte del Emperador. Tanto por su vida como por
su obra, Garcilaso fue un personaje característico del
Renacimiento y altísimo poeta, adaptó
definitivamente al castellano el
endecasílabo italiano.
Alberti:
León Battista ALBERTI (Génova, 14 de febrero de
1404 – Roma, 25 de abril de 1472) fue el primer y más
importante teórico del arte del
Quattrocento, así como ejemplo del ideal de Hombre
completo del Renacimiento. Hijo de un noble florentino exiliado,
recibió una educación acorde con
su clase social, primero en la escuela de
Barsizia (Padua) y luego en la Universidad de
Bolonia, donde estudió griego, matemáticas y ciencias
naturales. En 1432 fue nombrado abreviador apostólico,
léase secretario, del Papa Eugenio IV y durante esta su
primera estancia en Roma se inició en el estudio de la
arquitectura
clásica. Más tarde, en 1434, se incorporó a
la corte papal, establecida en Florencia, ciudad capital del arte
y la cultura del
Renacimiento. Con sus ideas humanistas, se introdujo
rápidamente en los círculos intelectuales de la
ciudad, contando entre sus amigos nombres tan célebres
como Donatello y Brunelleschi, por quien expresa gran
admiración, estudiando con fuerte interés
sus ideas sobre perspectiva en pintura y
relieve.
También participó plenamente en la vida literaria
florentina, defendiendo el uso del italiano frente al
latín. Después de su estancia en Florencia y en
otras ciudades de Italia, Alberti volvió a Roma en 1452,
donde fue secretario de seis papas. Para uno de ellos,
Nicolás V, realizó labores de arqueólogo,
consejero de restauración de monumentos antiguos y asesor
en cuestiones de urbanismo. Desarrolló su actividad en
diversos centros humanistas de Italia, como Florencia, Roma,
Mantua y Rímini, por donde se dejó sentir su
influencia, y, como reconocida personalidad
artística, contó con numerosos discípulos y
seguidores, quienes colaboraban con él en sus
construcciones arquitectónicas.
Alberti tuvo una formación más teórica que
práctica, al contrario que la mayoría de los
grandes arquitectos renacentistas, como Brunelleschi o
Michelozzo. Aunque sus edificios se cuentan entre los más
importantes de la arquitectura
quattrocentista, fue fundamentalmente un teórico, que
escribió tanto de arquitectura como de escultura y
pintura. Sus importantes tratados sobre la
teoría
del arte le han llevado a ser considerado émulo de
Viturbio, otro teórico del arte de la Roma clásica,
al que efectivamente estudia y toma como referencia. En 1435
escribe su tratado De pictura, que dedica a Brunelleschi, en el
que estudia las leyes de la
perspectiva desarrolladas por éste, considerándolas
fundamentales para la pintura de su época y de las
venideras. Durante su primera estancia en Roma descubre la
grandeza del arte antiguo y manifiesta su admiración por
el mismo, que le lleva a profundizar en el conocimiento
de las proporciones, las tipologías y la decoración
de la arquitectura de la Roma clásica y a escribir
Descriptio urbis Romae (1434), primer análisis sistemático para la
reconstrucción de la ciudad papal. En 1453 comienza a
escribir el primer estudio concienzudo sobre arquitectura del
Renacimiento, que finalizaría en 1485, De re
aedificatoria, un tratado en diez libros en el
que la perspectiva se entiende como el instrumento más
preciado por el arquitecto y defiende un concepto
clasicista de la belleza, entendiéndola como
proporción y equilibrio entre todas las partes del objeto,
una armonía perfecta en la que nada debe sobrar ni faltar.
Uno de los últimos tratados que
escribe sobre la teoría del arte es De statua (1464), en
el que expone sus ideas sobre la escultura. Como completo
humanista, escribió también poesía y sobre
temas filosófico y sociales, tales como la familia,
el estado,
literatura… Sus
escritos ejercieron una influencia decisiva, perdurando muchas de
sus aportaciones hasta nuestros días.
Aunque Alberti nunca participó en el levantamiento real de
sus edificios, proyectaba todos los elementos con detalles y, sin
llegar a conocer los secretos del oficio de maestro de obras,
diseñó auténticos edificios maestros,
modelos de
tantos arquitectos posteriores. Encontramos en él uno de
los introductores del Renacimiento en la arquitectura, imponiendo
una belleza clásica precedente de las más
importantes obras del Cinquecento. Alberti nos ha legado una
influencia decisiva en la arquitectura y unos edificios tan
bellos como el Palacio Rucellai y la fachada de Santa Maria
Novella entre otros.
Teórico del arte, arquitecto, organista, poeta,
filósofo, pensador, humanista…. Con sus conocimientos a
la vez enciclopédicos y prácticos, clásicos
y modernos, Alberti realizó el ideal de Hombre nuevo
propuesto por el Renacimiento, artista múltiple y ducho en
todos los campos del saber, y en él se encuentra el
máximo representante de aquellos que creyeron que el arte
era más teoría que práctica.
La primera y más importante obra arquitectónica de
Alberti en la ciudad de Florencia es el Palacio Rucellai (1446),
muestra del
poderío de esta familia burguesa
que siempre se distinguió por su mecenazgo. Alberti, con
la colaboración de Bernardo Rossellino, presenta una
innovadora alternativa al resto de típicos palacios de la
época, que si bien no gozó aquí de un total
éxito,
sí lo tuvo más tarde en la Italia septentrional y
casi toda Europa hasta el neoclásico. Con una planta
difícil por su asimetría, el arquitecto presta
especial atención a la fachada, en la que su brusca
e irregular terminación en el lado este indica que resta
inacabada y, por lo tanto, ordenada sin el principio de
simetría axial. Tampoco se ve en ella el concepto de
entrada central monumental, el cual no apareció hasta
finales del siglo con el Palacio Strozzi diseñado por
Giuliano da Sangallo. Alberti opta en esta portada por un
original orden geométrico propio, que incluso hace que los
arquitrabes que marcan las divisiones horizontales no coincidan
con las alturas de las plantas. Esta
visión de horizontalidad está contrarrestado por
las pilastras, que a modo de lesenas de escaso relieve, como
el de los sillares, se superponen en altura presentando un orden
distinto en cada piso, dórico en la planta baja y corintio
en las superiores, lo cual nos recuerda al famoso Coliseo romano.
Todo esto produce un interesante juego de luces
y sombras que remarcan el sentido geométrico del edificio.
A destacar también las personales ventanas, típicas
de la arquitectura albertina, bíforas rematadas en sendos
arcos de medio punto que a su vez se hallan englobados en uno
mayor en cuyo tímpano se integra un característico
óculo.
Ghiberti:
Lorenzo de Bartoluccio, alias Lorenzon Ghiberti (Florencia, 1378
– Florencia, 1 de diciembre de 1455), hijo y aprendiz de un
orfebre florentino, fue el primer escultor que basó su
arte en la cultura, en las fuentes del
Humanismo. Sus
Puertas del Baptisterio de Florencia son consideradas las
inauguradoras del arte del Renacimiento. Amigo asiduo de
artistas, humanistas y erúditos, Ghiberti estudió
los clásicos, Plionio, Ateneo el Viejo, Vitrubio…, y fue
un propagador activo de las ideas humanistas, así como uno
de los primeros coleccionistas de arte antiguo. Aunque dedicado
principalmente a la escultura, también ejerció de
arquitecto y de pintor, y en sus últimos años
escribió el libro I
Comentarî, sobre diversos aspectos del arte.
En 1402, en competencia con
Brunelleschi y otros arquitectos afamados como Jacopo della
Quercia, es cuando gana el concurso para la realización de
las dos puertas que le restaban al Baptisterio de San Giovanni de
Florencia. Las segundas que realizó, las Puertas del
Paraíso, de una belleza incomparable, son consideradas la
cima máxima del relieve renacentista.
Sus esculturas traslucen una elegancia lírica
acompañada de perfección técnica así
como el interés
que tenía por la sencillez clásica de peso y
volumen. En
sus primeros trabajos se observan todavía numerosas
reminiscencias góticas, pero conforme va avanzando el
siglo XV va desarrollando sus nuevas ideas de corte renacentista
con mayor intensidad, como se desprende de una observación de la evolución de su obra, que va tendiendo
hacia una representación más naturalista del
movimiento, el
volumen y la
perspectiva, así como una idealización mayor del
tema.
En sus últimos años de vida, entre 1447 y 1448,
escribió un tratado de arte en tres volúmenes, un
manuscrito que dejó inacabado, llamado I Comentarî.
En él realiza una historia del
arte y de los artistas, tanto antiguos como del Trecento,
desde el propio arte y, a la vez, trata de establecer la base
científica del arte figurativo basándose en la
óptica
y en la teoría de las proporciones. Entendía
Ghiberti la escultura, y también la pintura, no como artes
de acción, artes mecánicas, sino como el resultado
de la integración entre la técnica, la
materia, y el razonamiento, la invención. I
Comentarî refleja, además, el mundo del propio
Ghiberti con una voluntad autobiográfica hasta entonces
desconocida en los tratados de crítica del
arte.
Ghiberti es conocido fundamentalmente por sus puertas
para el Baptisterio de Florencia, consideradas las primeras
inaguradoras del arte del Renacimiento y las segundas, las
Puertas del Paraíso, como la cúspide del relieve
renacentista. Estas obras hacen a menudo sombra a otras
creaciones del artista que son igualmente merecedoras de
reconocimiento. Mientras ejecutaba sus primeras Puertas del
Baptisterio, fue maestro de obras de la iglesia de Orsanmichele.
En su escultura destacan, por ejemplo, sus estatuas monumentales
de San Mateo (1419-1421) para el gremio de cambistas de
Orsanmichele o las de San Esteban (1425-1426) para el gremio de
tejedores de lana. También a recordar sus bajorrelieves en
bronce para la Fuente bautismal de la Catedral de Siena
(1417-1427), con escenas como el Bautismo de Cristo o San Juan
conducido ante Herodes, así como el Relicario en bronce de
San Cenobio y otras tantas obras.
El excelente trabajo que realizó con las segundas Puertas
del Baptisterio de Florencia hizo que Ghiberti fuera considerado
también el más adecuado para ser el artista que
decorara las terceras. Así, emprendió en 1425 la
realización de los relieves en bronce dorado de las
últimas Puertas, que no finalizaría hasta 1452. Las
puertas que, merced a su impresionante hermosura, Miguel
Ángel bautizaría como las Puertas del
Paraíso. El programa
iconográfico de estas terceras Puertas de Baptisterio
levantó encendidas polémicas entre los humanistas
florentinos, como Leonardo Bruni, Ambrosio Travesari,
Niccolò de Uzzano y Niccolò Niccoli, pues Ghiberti
optó por modificar totalmente la estructura
trecentista de Andrea Pisano que había mantenido en las
segundas. El espacio disponible queda dividido en diez cuadros,
cinco para cada batiente, inscritos en una rica y estrecha orla.
La reducción del número de espacios ocasionó
que dos o más episodios del programa tuvieran
que fundirse en un solo cuadrado, creando en consecuencia un
principio narrativo necesariamente distinto al de sus primeras
Puertas. Si en éstas la figura humana concreta el espacio,
en las segundas el paisaje y las perspectivas
arquitectónicas dan fondo a las movidas escenas.
Difícilmente el arte del relieve ha superado tal grado de
perfección. Del bajo al alto relieve, los fondos y las
figuras van emergiendo de la superficie hasta alcanzar una plena
corporeidad, aunque los cuerpos henchidos del clasicismo no
llegan a perder la armonía y la fragilidad de movimiento
del último Gótico. Y, del mismo modo, las
arquitecturas, aunque concebidas bajo en conocimiento
de la invención brunelleschiana, no llegan a crear un eje
inmóvil en el que coincidan todas las líneas del
cono visual, sino que obedece al principio medieval del punto de
vista variable que Ghiberti llama "región del ojo". Aunque
todavía se mantienen resabios del Gótico, es
evidente la evolución del estilo ghibertiano hacia un
Renacimiento más pleno.
El resultado de ese encuentro entre conceptos artísticos,
ya que no opuestos, diferentes, es una síntesis
que alcanza la perfección, una perfección que hizo
exclamar a Miguel Ángel que aquellas Puertas, por su
belleza, debían ser las que abrieran el Paraíso.
Aunque la belleza del bronce ghibertiano al parecer no
alcanzó la gloria que según Miguel Ángel
merecía, lo cierto es que cuando en 1452 las Puertas de
Ghiberti iban a ser colocadas en el lado sur del Baptisterio,
dada su hermosura merecieron el honor de desplazar a las de
Andrea Pisano para encararse con la gran portada de la catedral
principal de Florencia, Santa María dei Fiori. En su
inacabado manuscrito I Comentarî, Ghiberti considera que de
todas sus obras la creación más extraordinaria son
estas terceras Puertas del Baptisterio, realizadas "con la mayor
habilidad, la mayor ponderación y el máximo
espíritu de aventura".
Otra etapa importante dentro de esta historia: EL HUMANISMO.
Durante la Edad Media, la idea de cristiandad
pesó sobre toda la cultura. Pero con el declinar de
ésta, elhombre y sus creaciones pasaron a ser el centro.
Con ello se produjo un cambio importante en el modo de pensar, de
vivir y de ver el mundo. Se iniciaba una etapa nueva en la vida
de los europeos, que recibió el nombre de humanismo.
El ser humano se revaloriza: se destaca su inteligencia,
su creación artística, su libertad,
inspirada en la civilización clásica, el mundo
adquiere una fisonomía distinta y todo tiende a
humanizarse.
Orígenes del humanismo:
El humanismo nació en Italia en el siglo XIV y los que le
dieron vida fueron dos florentinos, ambos escritores, Petrarca y
Boccaccio, que por esta razón se constituyeron en los
precursores del Renacimiento. Ambos se dedicaron con entusiasmo
al estudio de las obras de la antigüedad clásica.
Obras olvidadas y desconocidas de esa época las dieron a
conocer y resucitaron gran parte del pasado de la literatura
grecorromana; pero esta pasión por lo antiguo no
sólo se limitó a lo literario, sino que
también abarcó a las artes plásticas, y a la
forma de vida humana, en general.
Francisco Petrarca fue calificado como el padre del humanismo por
el impulso que dio al redescubrimiento de las letras
clásicas y fue, a la vez, un filólogo (estudioso de
los idiomas y obras literarias, especialmente en su parte
gramatical), que inició la búsqueda de los
manuscritos clásicos descubriendo, entre otras cosas, las
cartas de
Cicerón, que hasta esa fecha eran desconocidas.
También estudió las obras de Horacio y de Virgilio
y escribió en un latín perfecto numerosos poemas y
epístolas, en los que ensalzó a los literatos de la
antigüedad.
Tanto los papas como los principales monarcas de la época
admiraron la labor cultural de este hombre, por lo que el Senado
de la República de Venecia lo nombró Ciudadano de
Honor y tanto la ciudad de Roma como la Universidad de
París lo premiaron con el estímulo máximo de
ese entonces, la corona de laurel.
Juan Boccaccio, fue contemporáneo de Petrarca y
también escribió numerosas obras en latín,
idioma que dominaba a la perfección, pero no pudo
incursionar en las obras de la antigüedad griega por
desconocer el idioma heleno. Su obra más famosa es el
Decamerón, colección de cien cuentos, en
los que relata los vicios e inmoralidad de esa época. Esta
obra se caracteriza por su estilo, que es la prosa
clásica.
Influencia griega:
En el siglo XV, el humanismo adquiere real relevancia con la
caída de Constantinopla, el último baluarte
imperial. Luego del ataque de los turcos y la consiguiente
destrucción del imperio bizantino, los eruditos
helénicos abandonaron Constantinopla y buscaron refugio en
las tierras occidentales, especialmente en Italia, país
con el que habían mantenido cordiales relaciones durante
toda la Edad Media. En este lugar dieron a conocer textos
helénicos desconocidos hasta entonces y enseñaron
el idioma griego, ignorado por completo en occidente.
Este paso es considerado como esencial en el desarrollo y
penetración de la cultura bizantina en Italia. Se crearon
escuelas de estudios griegos y una de la más importantes
fue la de Miguel Crisoloras, quien junto con enseñar el
idioma explicó diversas obras clásicas, poniendo
especial énfasis en Homero.
También sobresalió Basilio, dirigente de la Iglesia
Ortodoxa, y que luego de radicarse en Roma abrazó la
religión
católica. Trajo desde Constantinopla más de 800
códices (manuscritos antiguos) griegos y latinos, que
contenían obras de Tácito, de Sófocles y de
Tito Livio. Todos querían leer estos textos y tener acceso
al saber. Y exactamente en este mismo período, con la
invención de la imprenta, se logra la difusión
masiva de la cultura, con textos a bajo costo.
Las diferentes regiones donde se observaron cambios por la etapa
del humanismo.
Humanismo en Francia:
La difusión del humanismo en Francia fue algo más
tarde que en Alemania. La inauguración del movimiento
humanista en este país se debió a la acción
de Guillermo Fichet, de Saboya. A su regreso de un viaje a
Milán comenzó a editar las obras de los
clásicos latinos y de los humanistas italianos. A Fichet
le sigue quien le constituyó en el verdadero padre del
humanismo francés, Jacobo Lefevre, la
personalidad más vertiginosa de la intelectualidad de
su país en el Renacimiento.
Lefevre fue humanista más por su búsqueda de un
nuevo ideal filosófico que por su manejo del griego y del
latín. Viajó a Italia y a su regreso dictó
Clases de filosofía en el colegio del Cardenal Lemoine.
Publicó obras como las Paráfrasis sobre la física, de Aristóteles y la Introducción a la metafísica.
Junto a Lafevre resalta en Francia Guillaume Budé, quien
estableció su autoridad de
helenista en el libro
Comentarios de la Lengua Griega. Fundó el Colegio de
Francia y desde el punto de vista religioso estuvo mezclado en
las pugnas que existieron entre los católicos y
luteranos.
El humanismo en Inglaterra:
A fines del siglo XV aparece el Humanismo en Inglaterra, Erasmo
de Rotterdam influyó notablemente en Tomás Moro, el
mayor representante del humanismo inglés.
Tomás Moro escribió Utopía, libro en el que
condensó todo su disgusto por la mezquindad del mundo que
le rodeaba y que se encontraba perturbado por una crisis que
afectaba a las voluntades y llenaba de amargura a muchos.
Moro, en su libro, presenta un sueño irrealizable, donde
existe un estado previsor, regido por magistrados elegidos por el
pueblo y donde el trabajo se
organiza. Allí se distribuyen los víveres y los
bienes
producidos por la colectividad.
En su obra, además, comenta que una legislación
liberal evita las discrepancias religiosas mediante la tolerancia y
aunque la familia forma el engranaje de la sociedad, se admite el
divorcio para
evitar las incompatibilidades. Tomás Moro, profundamente
católico, compatibilizó su fe con las actividades
políticas, participando en la tarea de
gobierno.
Murió decapitado en 1535, acusado de traición. En
el año 1935 la Iglesia católica lo
canonizó.
Humanismo en España:
El humanismo penetró en España en la época
de los Reyes Católicos y contó con el apoyo del
Cardenal Francisco Jiménez
Cisneros, confesor de la reina Isabel y consejero de los
monarcas. Este prelado creó la Universidad de
Alcalá de Henares, la que se constituyó en el
centro de los estudios humanistas. Los heruditos estudiaron los
manuscritos de las Sagradas Escrituras y publicaron la llamada
Biblia políglota Complutense. Esta Biblia contenía
el Antiguo Testamento en diferentes idiomas (caldeo, hebreo,
griego y latín) y el Nuevo Testamento en griego y
latín y, además, constaba con un vocabulario
hebreo-caldeo y una gramática hebrea. Esta obra es un verdadero
monumento de la humanística española.
Antonio de Nebrija y Juan Luis Vives son los máximos
exponentes del Humanismo español. Nebrija publicó
una gramática española, que fue no
solamente la primera editada en España, sino
también la primera en un idioma romance.
Vives, por su parte, conoció a fondo el latín y
escribió sobre filosofía, teología, moral y
pedagogía. Fue un crítico
científico de los métodos y
normas
vigentes en la enseñanza de esa época. Su obra
más celebrada es Instrucción de la mujer cristiana,
libro que traza las normas que deben
regular la educación
femenina.
Monografías extraídas de www.monografias.com
Enciclopedia del estudiante
Búsqueda por Yahoo Search y Google.com
Autor:
Enrique Ramirez y Maximiliano Bajo.
Taller "Con las manos abiertas"
J.J. De Urquiza Nº 35, EGB 3
9no Año
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